jueves, 7 de mayo de 2009

En el bicentenario de Darwin


Alejandro Navas
Profesor de Sociología
Universidad de Navarra
Diario de Navarra

"Hasta el sol tiene manchas"

"Los temerarios, los degradados y los miembros viciosos de la sociedad tienden a multiplicarse en proporción más rápida que los virtuosos y de buenas costumbres". Esta contraposición que lleva a cabo Darwin no se aplica tan sólo a las razas inferiores frente a las superiores, sino que vale también para el interior del Reino Unido: "El negligente, escuálido irlandés, exento de ambiciones, se multiplica como los conejos; el frugal, previsor escocés, respetuoso de sí mismo, severo en su moralidad, espiritual en su fe, cauto y disciplinado en su inteligencia, pasa sus mejores años en lucha para resolver su existencia futura, se casa tarde y deja pocos hijos". En consecuencia, Darwin teme que si no se pone freno a esa previsible evolución natural, el elemento celta acabe desplazando al sajón.

Estamos celebrando con gran relieve el bicentenario de Charles Darwin, y sin duda que nos encontramos ante una figura genial, que ha conformado como pocos nuestra visión del mundo. Tanto en los ambientes científicos como en los medios de comunicación se multiplican los elogios. Me parecía oportuno llamar la atención sobre alguna faceta menos positiva y que no está siendo mencionada por los hagiógrafos y comentaristas en general. El editor francés del Origen del hombre (1981), que es la obra de la que están tomadas mis citas, se plantea esta cuestión en el prefacio, y como buen darwinista, intenta lavar la cara a su maestro: "Lo repetimos: Darwin no ha sido un racista militante. Sí que es un victoriano, un inglés convencido de la superioridad de su nación y de su raza. Y sin ánimo malicioso ha dado (y sigue dando) numerosos argumentos a los partidarios del racismo". Lo mismo se podría decir del machismo: Darwin considera a la mujer como un ser inferior, y no cuenta con que esa desigualdad vaya a remediarse en un futuro próximo.

Su influencia en diversos países

El racismo y la eugenesia que se deriva de él no constituyen algo meramente anecdótico en la visión darwinista del mundo. Darwin se hace eco e incorpora a su pensamiento las tesis de H. Spencer, que aplica el evolucionismo a la vida social, y de W. Galton, que pasa por ser el padre de la eugenesia. Se trata de intervenir activamente, desde el gobierno y la ciencia médica, para mejorar la calidad de la raza e impedir que grupos o individuos defectuosos se reproduzcan. En el final del s. XIX y primer tercio del XX ésa era la opinión dominante en los países occidentales. Estados Unidos es pionero en la legislación y la puesta en práctica de políticas eugenésicas. En la sentencia del Tribunal Supremo sobre el famoso caso "Buck contra Bell" (1927) escribía el juez Holmes: "Es mejor para todo el mundo que la sociedad impida que se reproduzcan los que son claramente incapaces". De todos modos, pronto surgieron reparos, y poco después ese mismo tribunal declaró inconstitucional la esterilización forzosa de ladrones de gallinas y bandidos en general. Esa mentalidad entra en Europa a través de Suiza, de donde se exporta entre otros a la Alemania nazi. De modo paralelo, Stalin –gran lector y admirador de Darwin– crea en los años veinte la "Sociedad Rusa de Eugenesia", uno de cuyos proyectos estrella debía ser la producción de un híbrido hombre-gorila, llamado a suministrar mano de obra para la industria y soldados para el ejército.

Hoy como ayer

Los horrores del régimen nazi no significaron, ni mucho menos, el final de esas políticas. Al cabo de cincuenta años hemos sabido que las naciones más avanzadas y democráticas del mundo –los mismos Estados Unidos, Suiza, Canadá, Suecia y Japón, entre otras– habían seguido aplicando esas prácticas. Los escándalos fueron más que notables y las autoridades se sintieron en la obligación de pedir perdón y anunciar el final de esa praxis, pero esos mismos gobiernos se han negado en general a indemnizar a las víctimas que se han atrevido a denunciar sus casos, invocando la legalidad de esas intervenciones.

¿Y qué sucede al día de hoy? Pienso que no hay motivo para la autocomplacencia. Ana Peláez, la portavoz del Comité de la ONU para la Discapacidad, denunciaba recientemente el carácter discriminatorio del aborto eugenésico. Considero especialmente grave el que a las políticas más o menos solapadamente eugenésicas que siguen aplicando algunos gobiernos se sume una eugenesia desde abajo, de la gente de la calle: "Sólo quiero a mi bebé si está completamente sano", sería el lema. De ahí a la eliminación de los que no cumplen los niveles de calidad deseable no hay más que un paso. Y ahora no son monstruos como Hitler o Stalin quienes dictan la sentencia de muerte, sino padres que quieren "lo mejor" para sus hijos.

viernes, 1 de mayo de 2009

El sida, en África como en Washington. Y lo que el Papa dijo en África.


Ignacio Aréchaga
La Gaceta

La más alta de Estados Unidos

Hay un tipo de periodista occidental que cuando va en el avión del Papa a África ya tiene una pregunta preparada, que a su juicio resume todo el viaje: ¿Por qué la Iglesia no bendice el preservativo para luchar contra el sida que causa tantas muertes en África? Si el Papa da una respuesta con matices, en la que hace ver que la prevención del sida exige cambios de conducta más profundos sin los cuales el mero uso del preservativo no mejorará la situación, este periodista sólo retendrá una idea: la Iglesia rechaza el preservativo para combatir el sida, y a partir de ahí ejercerá su derecho a escandalizarse en titulares.

La escena ha vuelto a repetirse en el viaje de Benedicto XVI a Camerún y Angola. Lo que el Papa dijo es que “no se puede resolver este flagelo simplemente con la distribución de preservativos; al contrario, existe el riesgo de aumentar el problema. La solución sólo se logrará actuando en dos frentes. El primero es una humanización de la sexualidad. En segundo lugar, una verdadera amistad, sobre todo con las personas enfermas. Estos son los factores que ayudan a progresos visibles”. Y señaló cómo la Iglesia católica está absolutamente presente en esta lucha contra el sida, con su servicio a los enfermos. Para los críticos de esta postura, todo lo que no sea distribuir condones es “irrealista y poco eficaz”. Pero no da la impresión de que sean condones lo que más escasee en África.

Tampoco en Washington los preservativos han sido la panacea para la prevención del sida. Según un informe, un 3% de los habitantes está infectado por el VIH, lo que supone haber sobrepasado el umbral del 1% que define una “generalizada y severa” epidemia. “Nuestra tasa es superior a la de África Occidental”, ha dicho Shannon L. Hader, directora del programa sobre el sida en el distrito. Washington D.C. tiene la tasa más alta de infección de EEUU.

Es el mismo problema

Tampoco en Washington el problema parece ser el acceso a los preservativos. De hecho, hay un programa de distribución gratis de condones, que el año pasado proporcionó 1,5 millones de unidades. Según el informe, el sexo entre homosexuales sigue siendo la principal fuente de contagio. Según otro estudio sobre las relaciones heterosexuales en el distrito hecho por la Escuela de Medicina de la George Washington University entre 750 participantes, casi la mitad de los encuestados reconocen haber tenido varias parejas sexuales simultáneas en los últimos doce meses. Tampoco queda lejos el contagio por drogas intravenosas.

Cabe pensar que sería muy sano en Washington lograr esa “humanización de la sexualidad”, que propugna Benedicto XVI. La situación de Washington indica también que la lucha contra el sida va muy unida a la lucha contra la pobreza. Entre los encuestados el 60% dice ganar menos de 10.000 dólares anuales, un porcentaje similar no ha estado nunca casado y un 43% están desempleados. Son situaciones que, como en África, no se arreglan con preservativos.

Cuando el único cambio que se propugna es el uso de preservativos, puede ser la excusa para soslayar los cambios de conducta que exige una vida sana. Es un criterio que sirve tanto para África como para Washington.

Lo que no se entiende es por qué le preguntan al Papa por el sida cuando viaja a África y no cuando va a EEUU.