lunes, 28 de diciembre de 2009

Helen Kafka: la mataron en Austria por poner crucifijos en el hospital



Esta monja enfermera, beata de la Iglesia, celebra su fiesta el 29 de octubre; fue mártir del nazismo.

ForumLibertas.com

El 21 de junio de 1998, Juan Pablo II celebraba en Austria la beatificación de Helen Kafka, monja hospitalaria franciscana de la caridad, cuya fiesta se celebra el 29 de octubre. Los nazis la mataron poco después de que ella, desafiándolos, colocase crucifijos en el ala nueva del hospital donde servía.

El Papa polaco señaló el testimonio de la religiosa y declaró en su discurso: "a los cristianos nos pueden quitar muchas cosas, pero no dejaremos que nos quiten la Cruz como signo de salvación. ¡No dejaremos que la quiten de la vida pública!

Escucharemos la voz de nuestra conciencia que dice: hay que obedecer a Dios antes que a los hombres (Hechos 5,29)."

La historia de Helen Kafka

Era una mujer fuerte, de gran carácter y personalidad. Como enfermera anestesista, conocía de primera mano, por su trabajo cotidiano, la experiencia del dolor. Cuando los nazis intentaron imponer su moral e ideología en el hospital, ella se resistió. Le cortaron la cabeza el 3 de marzo de 1943.

Nació el 1 de mayo de 1894 en Husovice, cerca de Brno, en Moravia, la zona más católica de la actual República Checa. Con dos años, sus padres y sus 6 hermanos se instalan en Viena. Su padre era zapatero. Ella, ya de muy joven, quería ser religiosa. Con 20 años entró en la Congregación Hospitalaria de los Franciscanos de la Caridad de Viena, con el deseo de servir a los más pobres y enfermos, tomando el nombre de Sor María Restituta, en honor a una antigua mártir de la Iglesia. En poco tiempo llegó a ser una experta ayudante anestesista.

"Fue una auténtica enfermera, pronto se convirtió en una institución en Mödling; su capacidad como enfermera, su determinación y calor hacían que muchos la llamasen Sor Resoluta, en vez de Sor Restituta", declaró Juan Pablo II en la beatificación.

En marzo de 1938, se produce el Anschluss, la anexión de Austria por Alemania sin combate. Las nuevas autoridades políticas pro-nazis prohiben que haya crucifijos en los hospitales. En el hospital católico de Sor Restituta se ha construido una ala nueva... y en cada habitación ella coloca un crucifijo, en abierto desafío a la normativa.

Un médico la delató a la Gestapo

Un médico de ideología nazi la delata a las autoridades. La Gestapo la vigila y la detiene el Miércoles de ceniza de 1942 con la excusa de haber escrito poemas satíricos sobre Hitler. En su frente había recibido la cruz de ceniza esa mañana.

Se le sentenció a muerte por "ayudar y animar al enemigo en la traición a la patria y conspirar con alta traición". La persecución religiosa nazi, fuese en Italia, Alemania, Polonia u otros país, costó la vida a miles de curas y monjas, pero las sentencias (si las había) nunca hablaban de religión, sino, simplemente, de "traición" o "conspiración". En esos años y los siguientes, la misma excusa se daba en el bloque soviético, y aún hoy en China o Vietnam.

Durante meses Sor Restituta reza en prisión y cuida a otros presos, que la adoran. Los nazis la sometieron a una última prueba: si renunciaba a las Hermanas Franciscanas, le darían la libertad. Ella rechazó la oferta. Fue decapitada el 3 de marzo de 1943 en la prisión de Viena. El capellán de la prisión le hizo la señal de la cruz en la frente antes de la ejecución. Sus últimas palabras conocidas fueron: "he vivido por Cristo; quiero morir por Cristo".

"Mirando a la beata Sor Restituta podemos ver a qué alturas de madurez interior puede llegar una persona conducida por la mano divina. Arriesgó su vida para ser testigo de la Cruz. Mantuvo la cruz en su corazón, dando testimonio otra vez antes de ser ejecutada, cuando pidió al capellán que le hiciese el signo de la cruz en su frente", señaló Juan Pablo II durante la beatificación.

Enfermera, anestesista, luchadora contra el dolor, mujer consagrada a sus enfermos y a Dios, sin miedo al poder político ni a la muerte, ella se arriesgó por el signo de la cruz.

Su fiesta, cada 29 de octubre, recuerda el esfuerzo nazi por esconder los crucifijos, y la valentía desafiante de una mujer en tiempos de muerte y tiranía.

viernes, 25 de diciembre de 2009

Albert Einstein contra el ateísmo arrogante


El genial físico y matemático reconocía su fascinación por "la figura luminosa del Nazareno" y criticaba el fanatismo de ciertos ateos. (Publicado el 4 de mayo de 2007).
Einstein siempre criticó la arrogancia de muchos ateos y se mostró respetuoso con la Iglesia y la figura de Jesús.

ForumLibertas.com

El siglo XXI ha empezado con una moda literaria: los libros groseros de ateos arrogantes. Cuanto más groseros son y más tonterías históricas acumulan, más libros venden. En estos libros, la religión –especialmente la cristiana- es culpable del SIDA, la pobreza, la estupidez, el nazismo, el terrorismo mundial, el fracaso de tu matrimonio y que tus tostadas salgan siempre quemadas.

Michel Onfray en Francia con su Tratado de Ateología, Sam Harris con Carta a una nación cristiana, el biólogo Richard Dawkins con El Espejismo de Dios (The God Delusion), Steven Weinberg, Daniel Dennett... En España se ha apuntado al mini-boom del género Fernando Savater con un libro rutinario, poco pensado y menos trabajado, con el que sacarse un dinerito extra atizándole a la fe.

Grandes mentes

La fe cristiana, o al menos la deísta, puede que sea verdadera. O puede que no. Que muchos hombres inteligentes hayan militado a favor o en contra del deísmo puede hacer pensar en nuestra capacidad de buscar la verdad usando la inteligencia.

“¿Si el cristianismo es tan razonable por qué Celso, Plotino, Hobbes, Maquiavelo, Voltaire, Rousseau, Goethe, Melville, Jefferson, Shaw, Russell, Franklin, Sartre, Camus, Nietzsche, Marx, Freud y Skinner lo rechazaron?”, pregunta el Handbook of Christian Apologetics de Peter Kreeft y Ronald K. Tacelli.

Dejando aparte que parece que Voltaire sí murió católico y reconciliado y que Camus en sus últimos años redescubrió la fe cristiana, una respuesta rápida –aunque un poco anglocéntrica- puede ser que “el listado de no creyentes es fácil de superar con Pablo, Juan, Agustín, Tomás de Aquino, Anselmo, Buenaventura, Scoto, Lutero, Calvino, Descartes, Pascal, Leibniz, Berkeley, Galileo, Copérnico, Kepler, Newton, Newman, Lincoln, Pasteur, Kierkegaard, Shakespeare, Dante, Chesterton, Lewis, Solzhenitsin, Tolstoy, Dostoyevsky, Tolkien, Leonardo Da Vinci, Miguel Ángel, T.S. Eliot, Dickens, Milton, Spenser y Bach, por no mencionar un tal Jesús de Nazaret”.

Y continua el manual de Kreeft y Tacelli:

“las mentes brillantes a menudo rechazan el cristianismo porque no quieren que sea verdad, porque no está de moda o simplemente porque el cristianismo pide obediencia, arrepentimiento y humildad”.

Einstein y los ateos

Es curioso que en ninguna de estas listas de mentes brillantes salga el genial físico y matemático Albert Einstein. Y es que Einstein era deísta. Creía en un Dios que daba orden y armonía al Universo. Siempre rechazó ser ateo, incluso rechazó ser panteísta. Dios no estaba en el Universo, sino detrás del Universo. Sin embargo nunca aceptó que fuese un Ser Personal. Y mucho menos que interviniese alterando las leyes naturales. Einstein no creía que Dios tuviese libre voluntad, pero es que tampoco creía que los hombres la tuviesen.

En EEUU se acaba de publicar una nueva biografía de Einstein a cargo de Walter Isaacson, que además ha publicado algunas líneas en TIME (www.time.com) sobre la fe de Einstein.

“A lo largo de su vida, Einstein fue constante al rechazar la acusación de ser ateo. ‘Hay gente que dice que no hay Dios, pero lo que realmente me enfada es que me citan para apoyar su punto de vista’, dijo a un amigo.

Al contrario que Sigmund Freud o Bertrand Russell o George Bernard Shaw, Einstein nunca sintió la necesidad de denigrar a los que creían en Dios. Al contrario, tendía a denigrar a los ateos: ‘lo que me separa de la mayoría de esos que se llaman ateos es un sentimiento de radical humildad hacia los secretos inalcanzables de la armonía del cosmos’, explicaba.

‘Los ateos fanáticos’, escribió en una carta, ‘son como esclavos que aún sienten el peso de las cadenas que arrojaron tras un duro esfuerzo. Son criaturas que en su pleito contra la religión tradicional como opio de las masas, no pueden escuchar la música de las esferas”.

Otra de las cosas que distinguen a Einstein de los ateos modernos y groseros es que reconoce los logros históricos de la Iglesia, especialmente los que vivió en carne propia. Así, el 23 de diciembre de 1940 declaraba en la revista TIME sobre la facilidad con que Alemania adoptó la cultura nazi:

"Cuando tuvo lugar la revolución en Alemania, miré con confianza a las universidades, pues sabía que siempre se habían enorgullecido de su devoción por la causa de la verdad. Pero las universidades fueron amordazadas. Entonces confié en los grandes editores de los diarios que proclamaban su amor por la libertad. Pero, al igual que las universidades, también ellos tuvieron que callar, sofocados en pocas semanas. Sólo la Iglesia permaneció firme, en pie, para cerrar el camino a las campañas de Hitler que pretendían suprimir la verdad. Antes nunca había experimentado un interés particular por la Iglesia, pero ahora siento por ella un gran afecto y admiración, porque la Iglesia fue la única que tuvo la valentía y la constancia para defender la verdad intelectual de la libertad moral."

La juventud del genio

Einstein nació en una familia judía sin fe ni práctica religiosa. El único pariente que iba a la sinagoga era agnóstico y decía al joven Albert que acudía porque “nunca se sabe”.

A los 6 años, sus padres metieron al niño en una gran escuela católica. Era el único judío entre los 70 alumnos de su clase. Como todos ellos, hizo la asignatura de religión católica y según Walter Isaacson la disfrutó.

Un poco antes de los 10 el joven Albert decidió ser un judío devoto en oposición a sus padres: no comer cerdo, mantener el Sabbath, la pureza kosher, incluso componía sus propios himnos y los cantaba camino del colegio.

A los 10 años, un estudiante de medicina de 21 años llamado Max Talmud que cada semana comía en su casa le dejó unos libros de divulgación de ciencias naturales escritos por Aaron Bernstein, que insistían en la relación entre la biología y la física. Ahí despegó el intelecto de Einstein hacia la física y la matemática, un intelecto hasta entonces adormecido.

A los 12 años abandonó el judaísmo. “Leyendo libros de divulgación científica pronto alcancé la convicción de que muchas de las historias de la Biblia no podían ser ciertas. La consecuencia fue una orgía decididamente fanática de librepensamiento con la impresión de que los jóvenes eran intencionadamente engañados por el estado con mentiras; un impresión aplastante”, cita Isaacson.

Uno no puede evitar pensar que los Onfray, Harris, Dawkins y Weinberg que hoy se presentan como pensadores maduros y adultos están en la fase radical que Einstein atravesó a sus 12 años.

Hay que dejar claro que los libros de Aaron Berstein no fueron culpables de esta falta de fe: sus libros de divulgación no veían incompatibilidad entre ciencia y fe. “la inclinación religiosa yace en la tenue conciencia que mora en los hombres de que toda la naturaleza, incluidos los humanos, no es un juego accidental sino un resultado de la ley de que hay una causa fundamental a toda la existencia.”

En 1929, en una cena en Berlín, teniendo casi 50 años, Einstein ya empezaba a establecerse en su postura deísta y se negó a comparar la religión con la superstición astrológica. “No puede ser, ¿no será usted religioso?”, le preguntaron. Y él respondió:

“Intente penetrar con nuestros medios limitados en los secretos de la naturaleza y encontrará que más allá de todas las leyes discernibles y sus conexiones, permanece algo sutil, intangible, inexplicable. Venerar esta fuerza que está más allá de todo lo que podemos comprender es mi religión. En ese sentido soy, de hecho, religioso.”

Es curioso que Sócrates y Platón consideraran que hasta los 50 años no se puede ser filósofo, que se necesita toda una vida de entrenamiento en las ciencias y en la vida misma para alcanzar la sabiduría básica, que el joven no puede ser sabio. Contagiaron de esta idea al pensamiento filosófico antiguo y medieval, en contraste con la vivencia cristiana de que jóvenes y niños pueden ser santos, es decir, sabios a la manera de Dios. Escándalos para griegos: Jesús niño enseñando en el templo, o el “te doy gracias Padre porque has enseñado a los pequeños lo que ocultaste a los sabios”.

Pero es en 1929, a los 50 años, cuando Einstein formula su veneración por el misterio, que es algo más que una X en una ecuación o un enigma por resolver.

La figura luminosa del Nazareno

A esa edad concede una entrevista a George Sylvester Viereck, un alemán que vivía en EEUU desde niño. Einstein pensaba que Viereck era judío. En realidad, Viereck presumía de ser pariente del Kaiser y durante la Segunda Guerra Mundial le detendrían por ser propagandista de la causa alemana. En la época que entrevistó a Einstein se ganaba la vida entrevistando grandes hombres... y escribiendo poesía erótica.

- ¿Hasta qué punto está usted influido por el cristianismo?

- De niño recibí instrucción tanto en la Biblia como en el Talmud. Soy judío, pero estoy embelesado por la figura luminosa del Nazareno.

- ¿Acepta la existencia histórica de Jesús?

- Incuestionablemente. Nadie puede leer los evangelios sin sentir la presencia real de Jesús. Su personalidad palpita en cada palabra. Ningún mito está lleno de tal vida.

- ¿Cree usted en Dios?

- No soy un ateo. No creo que pueda llamarme panteísta. El problema implicado es demasiado vasto para nuestras mentes limitadas. Estamos en la posición de un niño pequeño entrando en una gran biblioteca llena de libros en muchos idiomas. El niño sabe que alguien debe haber escrito esos libros. No sabe cómo. No entiende los idiomas en que están escritos. El niño tenuemente sospecha que hay un orden misterioso en la ordenación de los libros pero no sabe cuál será. Esta es, me parece, la actitud de incluso el humano más inteligente hacia Dios. Vemos el universo maravillosamente ordenado y obedeciendo ciertas leyes, pero sólo tenuemente entendemos estas leyes.

- ¿Es este un concepto judío de Dios?

- Soy un determinista, no creo en el libre albedrío. Los judíos sí creen en el libre albedrío. Creen que un hombre modela su propia vida. Yo rechazo esa doctrina. En ese tema, no soy judío.

- ¿Es ése el Dios de Espinoza?

- Me fascina el panteísmo de Espinoza, pero admiro aún más su contribución al pensamiento moderno porque fue el primer filósofo que trató del cuerpo y el alma como un todo, no como dos cosas separadas.

- ¿Cree usted en la inmortalidad?

- No. Y una vida es bastante para mí.


Einstein y el poeta bengalí Rabindranath Tagore se encontraron en 1930 y hablaron de música, arte y pensamiento (aquí en inglés).

La emoción del misterio

Einstein pronto vio que sus opiniones sobre estos y otros temas interesaban a muchos, así que en 1930 publicó un credo, “En qué creo”, apoyando a un grupo de derechos humanos. En él defendía la noción de misterio.

“La emoción más hermosa que podemos experimentar es lo misterioso. Es la emoción fundamental que está en la cuna de todo verdadero arte y ciencia. Aquel a quien esta emoción le es ajena, que ya no puede maravillarse y extasiarse en reverencia, es como si estuviera muerto, un candil apagado. Sentir que detrás de lo que puede experimentarse hay algo que nuestras mentes no pueden asir, cuya belleza y sublimidad nos alcanza sólo indirectamente: esto es la religiosidad. En esto sentido, y sólo en este, soy un hombre devotamente religioso.”

Posteriormente dio una charla en el Seminario de la Union Teológica de Nueva York, del que salieron frases en los periódicos que se hicieron famosas. Allí es donde dijo que “la ciencia puede ser creada sólo por quienes están profundamente imbuidos por la aspiración hacia la verdad y el entendimiento”. Y que “la fuente de este sentimiento, sin embargo, brota de la esfera de la religión”. Su frase más famosa de ese día se cita a menudo: “la ciencia sin la religión es coja; la religión sin la ciencia es ciega”.

El Einstein determinista

Einstein aceptaba un Dios detrás de las leyes inmutables del cosmos. Lo que no aceptaba es un Dios con poder o voluntad de cambiar estas leyes. Para él, las leyes físicas estaban predeterminadas... y las acciones de los hombres también.

En su credo se adhirió a la frase de Schopenhauer: “un hombre puede hacer lo que quiera, pero no querer lo que quiera”. Los deseos, ilusiones, maldades y bondades de un hombre vienen dados, determinados, por leyes inmutables.

Eso no quiere decir que por razones prácticas no debamos encerrar a los asesinos, aunque filosóficamente creamos que, en realidad, no son responsables, que estaban “obligados” a asesinar.

“Sé que filosóficamente un asesino no es responsable de su crimen, pero prefiero no tomar el té con él”, declaró.

Vivir “como si fuésemos libres y éticos” (aunque no lo seamos) era la propuesta de Einstein para una sociedad más civilizada. Una especie de vivir una ficción... que funcione. Apoyó que EEUU desarrollara la bomba atómica para frenar el nazismo, pero luego luchó por el control de la energía nuclear. Ayudó a refugiados judíos, habló en defensa de la justicia racial, plantó cara al McCarthismo, intentó trabajar en defensa de la paz.

“Para Einstein fue la ausencia de milagros lo que reflejaba una providencia divina, el hecho de que el mundo fuese comprensible, que siguiese leyes... eso era digno de reverencia”, concluye su biógrafo Walter Isaacson.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Paddy, una de las estrellas de The Kelly Family, es hoy monje en Francia


"¿Cuál es el sentido de mi vida? ¿Cuál mi destino en la tierra?" Estas son las preguntas que resonaban en la mente de Paddy Kelly antes de entregarse a Dios en un monasterio francés. Cantante, guitarrista, pianista y compositor, ídolo de millones de adolescentes en los 90, dejó el éxito, su familia y su novia por seguir los planes de Dios.

Lourdes García Trigo.

Cuando Paddy cumplió tres años, su familia entraba en el mundo de la música por la puerta grande: su primer single era número uno en Holanda y Bélgica, y había alcanzado el número quince en Alemania. Los Kelly Kids recorría toda Europa en su propio autobús.

Un año más tarde, la madre de Paddy moría tras una rápida enfermedad. Los primeros fans temieron no volver a ver a los Kelly sobre los escenarios, pero lejos de dejarse llevar por la pena, siguieron el consejo de su madre: "No dejéis de cantar". Paddy, con apenas cinco años, ahogaba las lágrimas mientras entonaba frente al público la canción preferida de su madre (en YouTube se encuentran videos conmovedores).

Tras el triunfo arrollador en Europa, viajaron por Estados Unidos para promocionar sus canciones. Más tarde crearon su propia discográfica. Todo quedaba en familia: Kathy se encarga de los vestuarios, John de la producción, Jimmy de los arreglos musicales… En la misma década compraron un barco, el Sean O´Kelley, y alternaron su residencia entre un castillo medieval en Alemania y el mar. Parecía que disfrutaban de un éxito imparable: abarrotaban estadios de fútbol en sus conciertos, acumulaban hasta cuarenta y ocho discos de platino…

Al borde del suicidio

A principios de los 90, Daniel, el padre del clan, se retiró de los escenarios por una parálisis que afectó a la mitad de su cuerpo. En pocos años, otra de las hermanas tuvo también que abandonar la formación musical a causa de otra enfermedad. Paddy había crecido, estaba dotado de una voz maravillosa y le acompañaba un físico que volvía locas a las adolescentes. Los discos le proporcionaban cantidades ingentes de dinero, sus fotos llenaban las portadas de las revistas y no podía salir a la calle sin guardaespaldas. Sin embargo, bajo su sonrisa encantadora se escondía una profunda depresión que lo empujó al borde del suicidio.

"No sabía cuál era la razón de mi vida: la música no me llenaba; el dinero tampoco. Ni siquiera la fama. No encontraba sentido a las cosas. Entonces decidí acabar para siempre". Paddy se estremece al relatar aquel episodio. Se subió a la ventana y miró hacia abajo. "Cuando estaba a punto de lanzarme al vacío, oí claramente la voz de Dios en mi interior. Me aparté de la ventana y comencé a llorar".

Paddy ni siquiera imaginaba lo mucho que iba a cambiar su vida tras aquel incidente. Comenzó a buscar una respuesta en distintas religiones. Se acercó al budismo y leyó el Corán. Entonces conoció a un sacerdote que vivía cerca del castillo. A través de largas conversaciones con él, recuperó una fe que creía olvidada. Poco después le rogó que le confesara: "Había hecho cosas malas de las que estaba arrepentido y necesitaba pedir perdón a Dios".

Sus fans, en contra

En 1999 visitó el Santuario de Lourdes. Lo que al principió juzgó como un lugar para enfermos y abuelas, le cautivó. Se sorprendió cuando, entre los grupos de enfermos y "pelos grises" –como él llama a los ancianos– encontró también jóvenes como él, amantes del rock, del cine y la televisión… Ellos le enseñaron a hacer oración, a contarle todo a Dios sin miedo. "Yo estaba bautizado, pero no sabía que los hombres podemos hablar a Dios con tanta confianza". Se compró un rosario y comenzó a leer el Evangelio todos los días. Al mismo tiempo, proseguía su carrera musical, grabando incluso algún disco en solitario.

En el verano de 2000, la enfermedad de su hermana empujó a toda la familia Kelly a peregrinar hasta Medjugorje, una aldea bosnia. Dicen que la Virgen se aparece allí desde 1981. Como en Lourdes, son varios los enfermos que han recibido el don de la curación. Allí entró en contacto con la orden de San Juan. Paddy reconoce que, gracias a aquel viaje, sus hermanos también reencontraron a Dios: "Uno de ellos ha vivido un tiempo en un monasterio; otra pensó hacerse monja: pero ambos están ahora casados y tienen niños. Su fe sigue siendo fuerte".

Los jóvenes de toda Europa que acudieron, el verano de 2008, al encuentro que se organiza en Medjugorje, pudieron ver a The Kelly Family cantar a la Virgen. Paddy narró, frente a los peregrinos, cómo encontró por fin su vocación: "Estaba haciendo oración y, de repente, entendí que quería pertenecer sólo a Jesús, dedicar mi vida entera a Él. No quería otra cosa".

En 2004 ingresó como novicio en el monasterio de Burgundy, en Francia. Sus fans lo lamentan en sus blogs: "Se ha cortado la melena, viste con un horrible hábito gris y estudia teología". Él reconoce que tampoco fue fácil: "Lo más duro fue despedirme de mi familia y de mi novia. Ella me animó a que me uniera a Jesús si allí se encontraba mi felicidad". Ahora Paddy proclama a los jóvenes un mensaje que recuerda al que tantas veces repitió Juan Pablo II: "Jóvenes, sed los santos del nuevo milenio: ¡no tengáis miedo!".

"Sólo sé que es muy feliz"

The Kelly Family lleva sin lanzar un disco desde su último recopilatorio, en 2006. Dan Kelly murió en el verano de 2002. John canta ahora junto a su esposa, Maite Itoiz, y tres de los hermanos se han retirado temporalmente para dedicarse a su familia y a sus hijos. Pero todo el mundo recuerda sus canciones e Internet está repleto de chats en los que se pide información sobre sus conciertos. Sobre todo, nadie olvida a Paddy en los escenarios. En uno de los últimos recitales, Kathy Kelly se dirigió al público antes de cantar An Angel, la canción preferida de su hermano: "Rezad por él. Me preguntáis si volverá a cantar algún día; no lo sé. Sólo os puedo decir que es muy feliz".