miércoles, 24 de diciembre de 2008

El filme ‘Bella’ triunfa en España: Un millón de euros de taquilla en tres semanas



Protagonizada por el actor mexicano provida Eduardo Verástegui, que se ha pronunciado en repetidas ocasiones en contra del aborto, la película lleva tres semanas entre las diez primeras. El filme está dirigido por el también mexicano Alejandro Monteverde.

ForumLibertas.com


Concebida para luchar contra el aborto

`Espero que Bella se convierta en
la voz de aquellos que no tienen voz´dice Verástegui sobre el filme

Bella ha sido apadrinada por el cantante Alejandro Sanz

La película Bella está teniendo un gran éxito de taquilla en España y ya ha recaudado en tan sólo tres semanas un millón de euros. El filme está dirigido por el mexicano Alejandro Monteverde y protagonizado por su compatriota Eduardo Verástegui, que en repetidas ocasiones se ha pronunciado en contra del aborto.

Rodada en 23 días, con un presupuesto por debajo de los tres millones de dólares y con sólo 105 copias, Bella es un claro ejemplo de cómo una buena película puede funcionar bien sin apenas publicidad.

En España, donde se estrenó el pasado 7 de noviembre, la película lleva tres semanas situada entre las diez primeras y se mantiene en el puesto 8. Así lo constatan las listas de Boxoffice.es y Cinetic.

En su primera semana, de entre los estrenos, Bella, con 290.000 euros de recaudación, sólo fue superada por la superproducción de Ridley Scott Red de Mentiras (1.790.000). La segunda semana pasó del puesto 9 al 8 y acumuló una recaudación de 687.097 euros.

De hecho, en Estados Unidos se convirtió en un fenómeno social y consiguió recaudar más de ocho millones de dólares, encabezando durante semanas el ranking de las diez películas más vistas del 2007.

“La voz de los sin voz”

El filme Bella relata la historia de una joven encinta que pierde el trabajo, y de un hombre que no logra recuperarse de un trágico accidente pasado. La amistad les cambia la vida y les da una nueva esperanza.

La cinta está protagonizada también por Tammy Blanchard, Manny Pérez y Ali Landry. En declaraciones a ZENIT, Eduardo Verástegui confiesa: “espero que mi película no sólo entretenga, sino que también deje un granito de fe, de amor y esperanza para todos los que la vean”.

“Espero que Bella se convierta en la voz de aquellos que no tienen voz, que defienda aquellos que no se pueden defender, me refiero a los inocentes y hermosos bebes que se encuentran en el vientre de sus madres y están corriendo el riesgo de ser abortados”, añade en la misma entrevista el actor mexicano.

Por otra parte, la campaña ‘Derecho a Vivir’ anima a unirse para verla, alquilando incluso salas de cine. Según indica la campaña, Bella ha cambiado la vida de cientos de personas en Estados Unidos: “¡Ahora tiene el potencial de hacerlo también en España! Si lo conseguimos, la película se mantendrá en cartelera durante más tiempo y podrá acceder a la gente que más necesita recibir su mensaje”.

Según los promotores de esta campaña, el filme “transmite un mensaje inequívocamente provida y en contra del aborto. Por eso, ahora que estamos luchando por el ‘Derecho a Vivir’, es esencial que demos a conocerla”.

Además del premio del público del Festival Internacional de Cine de Toronto, el filme ha recibido el premio a la mejor fotografía y mejor actor del Movieguide, el premio del Círculo de Directores de Cine de Hollywood en The Candlelight Forum, el premio del Instituto Smithsonian Latino Center..., el premio Alma por mejor actuación, y otros.

sábado, 20 de diciembre de 2008

¡Vive en cristiano la Navidad!: 10 consejos


Parece evidente que la Navidad se está descristianizando. No sólo porque la simbología religiosa desaparece de ciudades y comercios, sino también por los gastos desorbitados y la mentalidad hedonista con que la vivimos muchos de los que nos consideramos cristianos. Si queremos recristianizarla, hemos de comenzar por vivirla en su sentido más auténtico en el ámbito de nuestras familias. Por si a alguien le sirve, transcribo diez consejos que pienso pueden ayudarnos a ello.

Federico Gómez Pardo. www.PiensaunPoco.com

1. San Juan Bautista nos aconsejaba prepararla con conversión personal. ¿Qué mejor conversión que una buena confesión personal como la Iglesia ha dispuesto? Y por supuesto recomendar a nuestros allegados que hagan lo mismo.

2. Los ángeles la anunciaron con Paz en la tierra a los hombres de buena voluntad. Hoy mucha gente trata de acomodar la voluntad de Dios a sus intereses personales. ¿Por qué no procuramos nosotros descubrir lo que Dios nos pide personalmente y tratamos de cumplir su voluntad para conseguir la paz interior, y con ésta contribuir a la paz en el mundo?

3. Jesús nace en un pesebre porque no hubo lugar para ellos en la posada. Hay mucha gente en nuestro entorno inmediato que carece de muchas cosas. ¿No podríamos tratar de descubrirlos y ayudarles en su indigencia? Y destinar parte de los gastos que teníamos previstos, para contribuir a las campañas que al respecto se organizan.

4. El hijo de Dios se nos hace como más cercano para que le tratemos con mayor facilidad. Son días para vivir una especial presencia de Dios. Todos los motivos navideños pueden ayudarnos a hacer oración. ¿Por qué no le hacemos caso al Papa y nos decidimos a rezar en familia los misterios de gozo del rosario delante del Belén?

5. Además se nos manifiesta como Niño. ¿No nos estará pidiendo que también nosotros nos hagamos como niños para tratarle, viviendo la Infancia espiritual, como recomendaba San Josemaría Escrivá en su libro Camino? Y que no se nos caigan los anillos por ayudar a los peques de la casa a poner el Belén y cantar villancicos.

6. Los pastores les ofrecieron regalos. Con ellos la Sagrada Familia pudo tener su pequeña celebración material del acontecimiento. Parece lógico que también nosotros celebremos materialmente la fiesta más grande del año y manifestemos nuestro afecto a los seres queridos con regalos. Pero, ¿lo haremos con sobriedad y sin despilfarros, como debió ocurrir en Belén?

7. Dios se hace hombre por amor a los hombres. ¿Sabremos entender su mensaje y manifestar nuestro amor acompañando a los que se encuentran solos, intentando comprender a los que no nos comprenden, y perdonando si por alguien nos sentimos ofendidos?

8. Jesús se nos manifiesta estos días acompañado siempre por María y José. Navidad es una fiesta para celebrarla en familia. ¿Lograremos prescindir de nuestros gustos y preferencias personales, y nos sacrificaremos para conseguir que nuestro hogar sea especialmente en estos días luminoso y alegre? No se logra gastando mucho, si no dándonos a nosotros mismos con iniciativa e ingenio.

9. El Hijo de Dios se hace hombre para que el hombre se haga hijo de Dios. ¿Sabremos estar a la altura de nuestra filiación divina, siendo ejemplares en nuestro comportamiento, y en el cumplimiento de nuestros deberes religiosos sin complejos ni gazmoñerías?

10. En Navidad hay mil motivos para estar alegres. ¿Será nuestra alegría, aquella interior que sale del alma y se transmite a los demás haciéndoles felices?

jueves, 18 de diciembre de 2008

Dios sí que tiene tiempo




"Nosotros tenemos siempre poco tiempo, especialmente para el Señor, a veces no sabemos o no queremos encontrarlo. En cambio, ¡Dios tiene tiempo para nosotros!". Benedicto XVI ha pronunciado estas palabras en los primeros días del Adviento

Conformar nuestra propia vida a la del Señor

Hablando en la homilía del Adviento, el Santo Padre explicó que “significa recordar la primera venida del Señor en la carne, pensando ya en su regreso definitivo, y al mismo tiempo, reconocer que Cristo presente entre nosotros se convierte en nuestro compañero de viaje en la vida de la Iglesia que celebra su misterio”.

Benedicto XVI dijo que “en esta perspectiva, el Adviento es para todos los cristianos un tiempo de espera y de esperanza, un tiempo privilegiado de escucha y de reflexión, siempre que nos dejemos guiar por la liturgia que invita a ir al encuentro del Señor que viene”.

“Ven Señor Jesús”: esta ardiente invocación de la comunidad cristiana de los inicios debe ser también nuestra aspiración constante, la aspiración de la Iglesia en todas las épocas, que anhela y se prepara para el encuentro de su Señor: “¡Ven hoy Señor -exclamó el Papa-, ayúdanos, ilumínanos, danos la paz, ayúdanos a vencer la violencia, ven Señor rezamos precisamente en estas semanas, Señor haz resplandecer tu rostro y nos salvaremos”.

Tras recordar la invitación del Evangelio de hoy a “velar”, el Santo Padre afirmó que esto significa “seguir al Señor, elegir lo que El ha elegido, amar lo que ha amado, conformar la propia vida a la suya; velar comporta transcurrir cada momento de nuestro tiempo en el horizonte de su amor sin dejarnos abatir por las inevitables dificultades y problemas cotidianos.

Dios nos da su tiempo

El Adviento que abre el nuevo año litúrgico "nos invita a reflexionar sobre la dimensión del tiempo", dijo el Papa, recordando que en nuestra época todos decimos "nos falta tiempo" porque el ritmo de la vida cotidiana se ha vuelto frenético. Pero sobre esta cuestión, la Iglesia tiene una "buena noticia": Dios nos da su tiempo. Nosotros tenemos siempre poco tiempo, especialmente para el Señor, a veces no sabemos o no queremos encontrarlo. En cambio, ¡Dios tiene tiempo para nosotros! (...) Nos da su tiempo porque ha entrado en la historia con su palabra y sus obras de salvación, para abrirla a la eternidad y hacerla historia de la alianza".

"Ante esta perspectiva, el tiempo es ya en sí mismo un signo fundamental del amor de Dios: un regalo que el ser humano (...) puede valorar, o por el contrario, estropear; acoger su significado, o descuidar con superficialidad".

El Santo Padre habló después de los tres puntos cardinales del tiempo que jalonan la historia de la salvación: la creación, la encarnación-redención y la parusía que comprende el juicio universal. "Pero estos tres momentos -explicó- no pueden entenderse como una simple sucesión cronológica. La creación es el origen de todo, pero es continua y se lleva a cabo en el arco del devenir cósmico, hasta el final de los tiempos. Del mismo modo, la encarnación-redención, que tuvo lugar en un tiempo histórico determinado que fue el paso de Jesús por la tierra, extiende su radio de acción a todo el tiempo precedente y a todo el siguiente. A su vez, la última venida y el juicio final, anticipados en la Cruz de Cristo, ejercen su influjo en la conducta de los seres humanos en todas las épocas".

"El Señor viene continuamente a nuestra vida (...) y este primer domingo nos vuelve a proponer el llamamiento de Jesús: ¡Velad!", porque "en la hora que sólo Dios conoce seremos llamados a dar cuentas de nuestra existencia". "Esto conlleva -concluyó el Papa- un despego de los bienes terrenales, un arrepentimiento sincero de los propios errores, una caridad efectiva hacia el prójimo y, sobre todo, un confiarse (...) a las manos de Dios, nuestro Padre tierno y misericordioso".

Adviento: Grito de esperanza

"El Adviento -dijo el Papa en su homilía- es por excelencia la estación espiritual de la esperanza y durante él la Iglesia entera está llamada a convertirse en esperanza, para ella misma y para el mundo. (...) Todo el pueblo de Dios se pone en marcha atraído por este misterio: nuestro Dios es el "Dios que llega" y nos llama a salirle al encuentro, (...) ante todo con esa forma universal de esperanza y de la espera que es la oración".

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Soñad y os quedaréis cortos


Miguel Aranguren
ALBA

Y el sueño se hizo realidad

La historia de la Iglesia no se escribe de hoy para mañana. Han sido precisos veinte siglos para llegar hasta donde estamos. Incluso, si me permiten el atrevimiento, han sido necesarios los herejes y apóstatas para afianzar el depósito de la fe, para que usted y yo, querido lector, caminemos tranquilamente por el mundo con la seguridad de que todo lo que hacemos colabora en el misterio de la salvación.

Por eso, sorprende la forma con la que el Espíritu Santo se ha adaptado a los nuevos tiempos. Lo que antaño exigía siglos hasta lograr su establecimiento y expansión (basta un análisis somero sobre la acción de las órdenes mendicantes a lo largo del medioevo), ahora parece coser y cantar. San Josemaría, que fue un sacerdote con dones proféticos, animaba a los primeros jóvenes que se acercaban al Opus Dei a soñar. Si trato de ponerme en el pellejo de aquellos muchachos, mis sueños de expansión apostólica hubiesen saltado de Madrid a Guadalajara, por ejemplo, o a Tordesillas en el caso de hacer un esfuerzo de audacia. Pero san Josemaría fue testigo en vida de que era voluntad de Dios una difusión rápida y universal de la Obra, tal y como aquellos jóvenes y otros que se les unieron comenzaron a poner en práctica en Valencia, Barcelona, Valladolid…, Japón, Australia, Chile o México. Si consideramos que el Opus Dei fomenta una vivencia radical del Evangelio en medio de las situaciones cotidianas, la expansión resulta todavía más increíble. Porque otra cosa sería si habláramos de una industria de refrescos o de automóviles. No. Hablamos de cientos de miles de hombres y mujeres que aspiran a un grado heroico de santidad en un mundo al que no le ilusiona, precisamente, el mensaje exigente y misericordioso de Cristo.

La fortuna me permitió conocer a algunos de los primeros que llevaron la Obra a Kenia, el primer país del África negra en el que desembarcó el Opus Dei, al que algunas autoridades vaticanas calificaban con rechazo “adelantado a los ritmos de la Iglesia en, al menos, cien años”. Pero aquellos hombres tenían el empeño de abrir en Nairobi el primer colegio interracial del continente (Strathmore nunca hizo diferencias por el color de la piel o las creencias de sus alumnos), en un país en el que se mantenía el apartheid colonial. “Soñad y os quedaréis cortos”, evocaban los corazones de aquellos primeros al tiempo que hacían balance de los medios que habían llevado para dar comienzo a semejante reto: una cruz, una imagen de la Virgen y la bendición del fundador. Hoy, cincuenta años después, como en tantos otros rincones del planeta, el Opus Dei es una llamarada de luz que surca la sabana y el trópico africano.

lunes, 15 de diciembre de 2008

Me dejaron con mi hijo troceado»


La subcomisión del Congreso encargada de revisar la ley del aborto escuchó el desgarrador testimonio de Esperanza Puente, que hace 13 años acabó con la vida de su hijo.
ABC

Abandono e indiferencia de los médicos

Han pasado ya trece años, pero la herida sigue abierta. Esperanza Puente se presentó, a requerimiento del PP, ante la subcomisión del Congreso encargada de revisar la ley del aborto con el objetivo de trasladar a los diputados un testimonio desgarrador: su dolorosa experiencia personal.

«He querido explicarles –señaló– lo que vivimos las mujeres cuando vamos a abortar. El miedo, la angustia, la soledad cuando te enfrentas a un embarazo inesperado y te abandona tu pareja, o no hay comprensión por parte de la familia, o te amenazan en el trabajo, «abortas o te despido», o hay exclusión social, o tienes problemas económicos...».

También quiso Esperanza hacerles comprender lo que es una clínica abortista, «lo que se sufre en un centro de éstos. En estos sitios nadie te cuenta nada. Pagas y no te dan factura. En la sala de espera, las mujeres caemos en un pozo sin fondo porque eso no es una sala de espera cualquiera. Allí nadie habla con nadie. Las mujeres lloramos sin lágrimas y gritamos sin voz. Cuando te pasan a hacer la ecografía no te enseñan el ecógrafo para que no puedas ver el tamaño de tu hijo...».

«No se olvida nunca»

Su mensaje ha sido tan duro como esclarecedor: «La muerte de un hijo no se olvida nunca. Y menos en mi caso. Yo tuve muy mala suerte, aunque lo que me sucedió les ha pasado a otras. En estas clínicas las mujeres somos lo que menos importa. A mí me dijeron que mi hijo era sólo un tejido, pero cuando acabaron con mi intervención, el señor que la hizo se largó, la señorita que le acompañaba también y me dejaron, ahí; a mi lado, los restos de mi hijo. Mi hijo tenía este tamaño –muestra un muñequito de unos diez centímetros ya perfectamente formado y reconocible como un niño– y la sorpresa que me llevé es que mi hijo estaba cortado en pedazos. Me faltó la respiración. No pude respirar durante unos segundos. Se me hicieron interminables. No sé cómo me vestí. Ni siquiera sé cómo llegué a casa. Y a partir de ahí sufrí el síndrome postaborto de una manera muy visceral».

«Es una realidad social –prosigue– que está oculta, que se debe dar a conocer porque en base al silencio que hay respecto a lo que es un aborto y lo que supone para la mujer, la sociedad está asumiendo que no pasa nada, que el aborto es un anticonceptivo más». «Pero sí pasa –asegura–, y a eso he venido al Congreso, a dar mi testimonio y a contar lo que sufrí en la más absoluta soledad y desamparo. La misma situación en la que se siguen encontrando hoy las mujeres. Después de un aborto, lo único que encontramos es silencio y soledad. No hay derecho a que en pleno siglo XXI esto siga ocurriendo».

Sentimiento de culpa

«A la mujer se le sigue diciendo «no te preocupes, no pasa nada. Tu hijo es un tejido, tu hijo es un grupo de células...». Recientemente, a una señora le dijeron que era un trozo de vesícula», se indigna.

«Hay falta de información. La información se da mal a conciencia. Los poderes públicos deben implicarse de una manera real y efectiva en ayudar a la mujer. Deben saber que las mujeres no queremos abortar, que no nos embarazamos de perritos, ni de lechugas ni de patatas. Nos embarazamos de hijos y por lo tanto perdemos hijos. Y esa pérdida por nuestros hijos es exactamente igual que la sufre una mujer cuando se le mata un hijo en un accidente de tráfico. La diferencia es que nosotras tenemos que enfrentar el sentimiento de culpa por haber participado en la pérdida de nuestros hijos. El síndrome postaborto sale a la luz en cualquier etapa de tu vida, en cualquier momento de la existencia vital de una mujer. Es algo inevitable», apostilla.

Su experiencia es la de la inmensa mayoría de las mujeres que abortan. Lleva cuatro años colaborando con la Fundación Redmadre: «Lo que he explicado es lo que me pasó a mí, pero es muy parecido a lo que me cuentan las mujeres».

viernes, 12 de diciembre de 2008

El aborto solo destroza la vida de miles de mujeres


Mujer que abortó en Barcelona

Montserrat, una mujer que abortó el mes pasado en el centro de abortos Les Corts de esta ciudad, pidió a los diputados que ven la reforma en la ley del aborto en España que piensen bien su decisión pues ella, que decidió abortar al que sería su tercer hijo, es una prueba de que estas practicas sólo destrozan la vida de miles de mujeres(ACI).

Ahora con un problema mayor

En este testimonio, recogido por la Asociación de Víctimas del Aborto (AVA), Monserrat relata que temía por este embarazo, pues con su segundo hijo su pareja la había abandonado. Cuando fue a consultar sobre su caso en Salud y Familia de la Generalitat de Cataluña, le dieron como única alternativa el aborto. Con la subvención de esa institución llegó al centro de abortos Les Corts el 23 de octubre.

"Al llegar a la clínica Les Corts con mi hermana y una amiga yo estaba muy nerviosa porque yo realmente no quería abortar. Había un impulso en mí que me decía que lo hiciera y otro que me decía que no. No sabía realmente que hacer", explica.

Montserrat indicó que "pese a que le mencioné a la psicóloga de la clínica que había tenido tratamiento psiquiátrico durante cinco años, ella me dijo que la mejor opción en mi caso era el aborto ya que ya tenía suficiente carga con dos hijos. Además me mencionó que era joven y que después podría tener más".

La joven mujer relató también que le dieron un tranquilizante que rápidamente le hizo efecto y ya no pudo echarse para atrás porque la llamaron para que ingresara al quirófano.

"No te explican realmente que después de un aborto provocado sufres depresiones. Ellos solo lo hacen por negocio. La intervención solo duro cinco minutos. Llegué llorando y salí llorando. A mí no me han llamado más. Eché de menos que me dijeran que me lo pensara o que viniera otro día, no saben cuánto me pesa", cuenta.

Monserrat indicó que durante todo el proceso se sintió presionada por todos: "la clínica, las enfermeras, la psicóloga, todos. Cuando llegué a mi casa me preguntaba: ¿Que había hecho? Sabía que no me lo iba a devolver nadie. Desde ese día no como, no duermo bien, estoy con tranquilizantes para dormir, estoy mal", relata.

Luego de precisar que si Salud y Familia de la Generalitat no hubiera subvencionado el aborto, no se hubiera sometido a esta práctica infanticida. "Nos dan facilidad para abortar pero no para sacar adelante a nuestros hijos. Yo no me he sacado un problema, me he puesto un problema más grande encima de mi espalda con la muerte de mi hijo", concluye.

domingo, 7 de diciembre de 2008

17 años en prisión en las cárceles comunistas de Rumania.


Mons. Tertulian Lnga: ¡Contigo, Cristo!
En 1948, el régimen comunista de Rumanía liquidó la Iglesia greco-católica –uno de los ritos orientales de la Iglesia católica– forzándola a unirse con la Iglesia ortodoxa. Los siete obispos y muchos sacerdotes y laicos que no quisieron renunciar a la unidad con Roma fueron arrestados. Tertulian Langa, de 26 años, abogado y teólogo, fue arrestado entonces y pasó 17 años en prisión. Éste es el relato de su sufrimiento en prisión y de su unión a Cristo, extraído del documental Hacia el sol, de Ayuda a la Iglesia Necesitada.

La tortura sin más explicaciones

Tenía estrechas relaciones con el Episcopado y tenía contactos regulares con los obispos. Fui requerido por la Securitate para obtener información sobre la Iglesia y su actitud hacia el régimen comunista. Me golpearon sin que me hicieran una sola pregunta. Como no conseguían nada, cogieron un saco de arena del tamaño de una botella de un litro y comenzaron a golpearme en la cabeza: "¡Habla!" 50, 80, 1.000 veces, sin que me hicieran ni una sola pregunta. Sólo ¡Habla! ¡Habla! Era la noche de Juevedes Santo. Oí sonar las campanas en una iglesia cercana, y de repente recordé que Jesús también había sido golpeado, y empecé a repetir: ¡Jesús, Jesús! Gritaba a Jesús para sufrir juntos. Me miré las heridas e, inconsciente por los golpes, seguía diciéndome: Jesús está conmigo.

Empezaron a amenazarme con hacer daño a mi esposa. Sabían que sólo habíamos estado juntos durante tres meses después de nuestra boda, y que ella estaba embarazada. Decían: "La traeremos aquí y la golpearemos hasta que dé a luz ante tus ojos". No me rendí a sus amenazas, pero fue lo más difícil que he tenido que soportar en la vida.

Tras dos años de interrogatorios, me condenaron a 20 años de trabajos forzados. Me llevaron a una prisión, con celdas individuales, en completo aislamiento. Era una celda sin nada, sin cama, silla o mesa alguna, sólo barrotes y una ventana con rejas. Estábamos desnudos, el tiempo empeoraba, hacía viento y nevaba. De repente oí que alguien tocaba en la pared: "Nos han traído aquí para morir de frío. Recuerde esto: el que no camina, muere". Seguí su consejo y caminaba durante 23 horas al día. A las doce en punto, cuando el sol entraba en las celdas, nos parábamos y nos arrodillábamos, luego el sol se iba y nos helábamos de frío, y volvíamos a caminar. Así, durante cuatro meses. Quien se paraba, moría.

Yo no era sacerdote cuando me enviaron a prisión. Fue allí cuando fui consciente de mi vocación. Todos los días rezaba el Rosario con un grupo de compañeros. Durante todo ese tiempo en prisión, en que viví sin la Eucaristía, la oración fue mi único medio de comunión espiritual.

Me llevaron a otro sitio. Mi esposa y mi hija, que tenía seis años, vinieron a visitarme. Yo no la conocía porque había nacido estando yo en prisión. Ella me reconoció, aunque nunca me había visto, y exclamó: "¡Papá!" El oficial se conmovió y la levantó sobre la reja para que pudiera tocarla. La besé, y nunca olvidaré aquel sentimiento, un beso cortado por los alambres comunistas.

Catolicismo clandestino en la cárcel

Se me concedió el derecho a recibir correo. Entre las medicinas que recibí había una botella. Un oficial la probó y después escupió lo que había bebido a tierra. Era vino, dulce y nada amargo, pero Dios hizo el milagro de hacerle parecer a ese oficial que era un líquido amargo para escupirlo. Pudimos celebrar la Eucaristía con este vino, a escondidas, gracias a uno de los sacerdotes presos. Vertíamos ocho gotas de este vino con una gota de agua en una botella de penicilina. Guardábamos el Pan sagrado, sin saber quién podía necesitarlo en los días siguientes, y lo escondíamos en nuestra celda. Un día, tras volver del trabajo, uno de los oficiales más crueles de la prisión me estaba esperando: "¿Qué es esto? ¿Pan consagrado?" Contesté que sí, y entonces lo tiró todo al suelo. Me arrodillé y comencé a chupar todos los lugares donde yacía la Santa Eucaristía. Recogí todo lo que se podía recoger y me levanté. Entonces aquella bestia me preguntó: "¿Crees realmente? " Me eché a llorar y dije: "Sí, señor comandante, creo". Él se conmovió y, saliendo de la celda, me dijo: "Reza entonces por mi mujer, porque está enferma, tiene cáncer".

Cuando estaba al borde de mi resistencia, a fin de tomar fuerzas, me decía: Contigo, Cristo. No fue un lugar infernal, fue el lugar de mi consagración, fue el lugar donde muchas personas encontraron la fe, donde expiaron sus pecados. Por tanto, el diablo, si había querido hacernos sufrir, en realidad sirvió al designio santificante de Dios. El diablo estaba allí, pero estaba sentado a un lado, mordiéndose las uñas, viendo cómo había servido para aumentar nuestro amor a Jesús.