domingo, 25 de mayo de 2008

María ayuda a perdonar "siempre y sin condiciones"



PAMPLONA viernes, 23 mayo 2008 (ZENIT.org).- María es modelo de perdón porque "nos enseña a perdonar de todo corazón, incondicionalmente, como una madre, no como una educadora", explica la teóloga Jutta Burggraf.

Laica y alemana de origen, profesora de teología en la Universidad de Navarra, Burggraf en esta entrevista concedida a Zenit, al acercarse a su conclusión el mes de la Virgen María, presenta las lecciones de candente actualidad que deja la Madre de Dios.

-¿Cuál es la actitud de Santa María que le parece más importante imitar en nuestros días?

-Burggraf: Perdonar siempre y sin condiciones. Hay muchas personas heridas en nuestras sociedades, personas que no pueden vivir en paz con sus recuerdos. Así, se crea una especie de malestar y de insatisfacción generales. Perdonar no es fácil, pero es posible con la ayuda de Dios. Es un acto de fortaleza espiritual, un acto liberador, tanto para el otro como para mí. Significa optar por la vida y actuar con creatividad.
Nuestra Madre nos ha dado un ejemplo espléndido bajo la Cruz. Cuando oyó las palabras de Cristo: "Padre, perdónales porque no saben lo que hacen," comprendió lo que Dios esperaba también de ella, e hizo lo mismo que su Hijo: perdonó.
A este respecto, recuerdo lo que cuenta una amiga sobre su infancia. Solía tener ataques de rabia: cuando algo iba contra su voluntad, se ponía, con cara roja, a gritar y a golpear con manos y pies. Después de algún tiempo, se daba cuenta del comportamiento poco correcto. Corría llorando a su madre y le pedía perdón. La madre la sentaba en su regaza y, abrazándola, la consolaba con las palabras: "Ya está bien. Tú no eres así. En realidad, eres mucho mejor". De este modo, desde pequeña, ella experimentaba la "fiesta del perdón" y volvía feliz a jugar con sus amigos. Después de cada perdón, la vida empezaba de nuevo para ella... Pero la madre murió, y una educadora cristiana la sustituyó. Pasado algún tiempo, se repitió la escena conocida. La niña se puso furiosa, gritó y golpeó. Después de su ataque de rabia, corrió, como de costumbre, hacia la educadora y pidió perdón. Pero esta vez todo fue distinto: la educadora no le abrazó, ni le besó, ni le consoló. Aceptó el perdón con una cara seria y con varias amonestaciones. "Entonces comprendí que ya no tenía madre", comenta mi amiga.
La Virgen nos enseña a perdonar de todo corazón, incondicionalmente, como una madre, no como una educadora.

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