
23. Respetos humanos
Un punto concreto que denota la falta de decisión para hacer lo que Dios quiere son los respetos humanos.
Volvamos al Evangelio. Los fariseos habían creado una opinión pública en contra de Jesús. Y los que ayer aclamaban a Jesús cuando entraba triunfal en Jerusalén, eran los mismos que piden hoy su cabeza. El ambiente se había enrarecido. Lo que ayer se veía como un bien, defenderlo hoy suponía aparecer como poco moderno, que diríamos hoy.
También hoy, desde ciertos sectores de la opinión pública y ciertas personas concretas presionan el ambiente para que los cristianos que quieran vivir conforme a su fe lo hagan, en todo caso, en privado; que no hagan apostolado, que no defiendan en público sus creencias porque, se dice, son chocantes y crean la polémica.
Y esto puede retraer al cristiano para vivir conforme a la Fe, es decir, vivir en la hipocresía.
El caso lo relata la misma Tatiana Góricheva, a quien le sucedió. Ella es una mujer rusa educada en el más puro ateísmo. Narra cómo encontró a Dios y lo que le costó mantenerse en la Fe ante la persecución que se desató en Rusia contra ella y otros universitarios por haberse hecho cristianos.
Después de diversos avatares pasó el telón de acero. Estando en Suiza, un día se apuntó en una excursión que había organizado la parroquia de un pueblo. Al frente de la expedición iba un hombre joven muy vinculado a la parroquia.
«En el curso de las dos jornadas que viajamos en el autobús, habló de todo lo imaginable: de aviones y de fútbol, de las elecciones y de la comida. Reía mucho y se esforzaba por alegrar a todos. Algo parecido a nuestros animadores de masas.
Más tarde, ya de regreso, le pregunté:
- ¿Por qué no ha hablado usted ni una sola vez de Dios?
Y él me respondió:
- Porque si empiezo a hablar de Dios, pierdo a mi gente y me quedo solo.
- Pero la soledad no es nunca un pecado.
Al decirle esto pensaba que no era verdad que fuese a quedarse solo. ¡Cómo me habían escuchado a mí los campesinos!, cuando les hablaba de nuestra Iglesia, de la Iglesia en general. Y cómo me habían rogado que les hablase más y más» (T. Góricheva, Hablar de Dios resulta peligroso).
Sabemos cómo está el ambiente, y nos vamos conociendo; sabemos que dentro de nosotros están latentes los virus de todas las enfermedades -de todos los vicios-, y si se ponen las circunstancias propicias, uno acaba acomodándose a lo que "el mundo" dice, siendo cómplice de sus desórdenes.
Algunas veces tendremos que hacernos violencia, saber decir que no al ambiente. Ser fuertes para hacer lo que sabemos que debemos hacer, aunque para eso hayamos de dar la cara.
Un cristiano tiene muchas veces que hacer apostolado; es decir, tiene que explicar a los demás por qué hace el bien y no hace el mal, y, además, habla a los demás de Dios.
Los respetos humanos son la vergüenza que el diablo nos pone para no hacer lo que debemos o hacer, lo que no debemos, por miedo a lo que van a pensar o van a decir los demás de nosotros.
Sentir esa vergüenza no es malo, sí lo es consentirla y no hacer lo que se debe.
Jesús dio la cara, y los Apóstoles también, una vez que recibieron el Espíritu Santo. A partir de ese momento no tenían miedo a nada ni a nadie. Quedaron fatal delante de los enemigos de Cristo, pero ellos sabían lo que hacían y no podían no hablar de lo que habían visto y ellos practicaban.
"Es que nos van a matar...".
Bueno, ¿y qué? Los Apóstoles fueron mártires, y ahora son santos.
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