
Ignacio Palma tiene 31 años. Aficionado a la escalada y al fútbol, fue jugador de rugby del Club Newman hasta los 19 años. Recibió la ordenación sacerdotal el pasado 24 de mayo
Considerando su afición a los deportes, ¿qué lugar tiene Jesucristo en ese ámbito de la vida tan relevante en la actualidad?
A veces tendemos a pensar que Cristo no tiene cabida en ciertos momentos de nuestro día y, curiosamente, identificamos esos momentos con aquellos que dedicamos a divertirnos o a descansar. No me resulta difícil imaginarme a Jesús joven, con sus quince o dieciséis años, jugando al fútbol con sus amigos de Nazareth, o divirtiéndose con algún deporte típico de su época.
El deporte –como todas las realidades nobles de nuestra vida– puede ser ocasión de encuentro personal con Jesús. Jesús se divierte con nosotros al vernos hacer deporte. Él disfruta cuando contempla nuestro descanso y nuestra diversión, y quiere que lo dejemos estar con nosotros durante esos momentos. ¿Cómo? Dirigiéndonos a Él mentalmente, de vez en cuando, para agradecerle la ocasión que nos ofrece, o para ofrecerle una gambeta bien hecha. Y como sabemos que Él nos acompaña durante esos momentos, nos esforzamos por comportarnos de un modo tal que le agrade.
Por otro lado, es sabido que el deporte es una escuela de virtudes. Me acuerdo una vez en que estábamos con mi papá y mis hermanos escalando una montaña de cierta dificultad. Entonces papá nos contó de una de sus escaladas más complicadas. ¡Daba miedo! Por eso se me ocurrió preguntarle: “¿Vos no tenés miedo cuando escalás?” A lo que me respondió: “¿Miedo? ¡Sí, mucho! Los buenos escaladores no son los que no tienen miedo, sino los que saben dominarlo”. Se me quedó profundamente grabada su respuesta. Fue una lección que me resultó muy útil para varios momentos de mi vida.
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