
2. Sé tú el protagonista
Es absolutamente cierto que Cristo ha resucitado. Los que le vieron y hablaron con Él después de la resurrección no sólo lo propagaron con sus palabras, sino que dieron su vida por ello.
Pero si esto es verdad, la historia debería dividirse en dos: antes de Cristo y después de Él. Ya ningún hombre debería pasar por la tierra sin conocer a ese Hombre llamado Jesús y tener noticia de lo que dijo.
Bueno será conocer las cuatro biografías que nos dejaron de Él los que Le conocieron y los que oyeron hablar de Él a sus Apóstoles. Bueno será leer despacio los Evangelios para conocer su vida y sus palabras y, sobre todo, el momento, la hora, a la que apuntaba toda su existencia: su Pasión y Muerte.
La Resurrección es la prueba clave, la demostración de que Jesús decía la verdad. Pero antes del Domingo de Resurrección Jesús tenía que pasar por el Viernes Santo. Te invito, pues, en estas próximas páginas a considerar la Pasión del Señor.
Pero no seas un frío testigo de aquellos tremendos sucesos. Intenta considerarlos como lo que fueron: un drama cruel, una injusticia, si se ve desde un ángulo humano; momentos de salvación, si se ven desde el ángulo de Dios.
Porque, efectivamente, allí estabas tú; virtualmente, en tu realidad, con tus pecados. Porque esta es la realidad: en Adán pecamos todos, y nacemos en pecado. El pecado es una realidad en el mundo, en nuestra propia historia.
Allí en Jerusalén, en la Pascua del año treinta y tres después de Cristo, allí estaban Adán y todos los hijos de Adán.
Jesús murió por ti. Considera la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo como lo que fueron: los momentos más trascendentales de la historia de la Humanidad, y los más importantes de tu propia historia.
Meditar esos momentos es algo que hemos de hacer de vez en cuando.
"¡Cuánto agrada a Jesucristo nuestro recuerdo frecuente de su pasión y cuánto siente que lo echemos en olvido! Si uno hubiera padecido por su amigo injurias, golpes y cárceles, ¡qué pena le embargaría al saber que el favorecido no hace nada por recordar tales padecimientos, de los que ni siquiera quiere oír hablar!" (San Alfonso Mª de Ligorio, Práctica del amor a Jesucristo, cap IV).
Una vez que hubo resucitado, Jesús habló con sus discípulos. "Entonces les abrió la inteligencia para que entendiesen las Escrituras, y les dijo: Que así estaba escrito, que el Mesías padeciese y al tercer día resucitase de entre los muertos, y que se predicase en su nombre la penitencia para la remisión de los pecados"(Lc 24, 46-47).
Pido a Dios que también a nosotros nos abra la inteligencia para que entendamos nuestra presencia en la Pasión, la necesidad de pedir perdón por nuestros pecados y no vivamos ya para nosotros mismos, sino para Aquél que por nosotros murió y resucitó (Cf. 2 Co 5,15).
Hablemos, pues, en primer lugar de los dos grandes protagonistas de la Pasión -Jesús y yo-, para después mirar a otros testigos de esos momentos y sacar consecuencias.
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