
8. Yo, pecador
Pero el pecado es una realidad en el mundo. Es un hecho que nosotros cometemos pecados. Aquí es donde entramos nosotros. Cada uno es el otro protagonista de aquellos sucesos que ocurrieron en Jerusalén hace dos mil años. Si nosotros no hubiéramos pecado, la Pasión no hubiera tenido lugar.
"Que por nosotros los hombres, y por nuestra salvación bajó del cielo..., padeció bajo el poder de Poncio Pilato", afirmamos en el Credo. Jesús vino a esta tierra a cambiar las cosas: Él, siendo Dios, se hizo hombre para que el hombre no se crea dios, y a la vez se divinice. Para esto vino, para redimirnos del pecado y darnos ejemplo de vida, para que nosotros sepamos cómo vivir: con El y como El.
"¿Qué es el hombre, Señor, para que te acuerdes de él?", dice el Salmo 9. Cada uno en particular debemos ser muy importantes para Dios. Ya deberíamos saber que nuestra grandeza -tal como Dios la valora- no consiste precisamente en la valoración que hace el propio orgullo.
Sí, la importancia nuestra consiste en que Dios nos quiere. Nos quiere a cada uno más que a todos los millones de estrellas y de pájaros y de puestas de sol. Para Dios cada uno somos muy importantes. Y por eso nos creó, y nos creó tal como somos, y nos ha dado muchos otros dones sobrenaturales, porque tenemos la capacidad de ser y de vivir como hijos suyos, aquí en la tierra y, después, eternamente en el Cielo.
Sí, tú vales más de lo que te crees.
Pero tenemos la libertad. Y la realidad es que nacemos en pecado y cometemos pecados. Son hechos de nuestra propia historia. Nuestra soberbia nos inclina a pensar que somos Dios, porque tenemos la libertad, la capacidad de autodeterminarnos. Y la tentación es fuerte: si quito a Dios de mi vista, yo soy Dios para mí.
Cuesta reconocer que yo no soy Dios. Que Otro me haya puesto unas normas -Mandamientos- para que yo actúe ordenadamente, sin amor propio.
Porque la moral, no lo olvides, no es otra cosa que el recto orden del amor.
Sí, nosotros estamos hechos para amar a Dios y a los demás, y a veces se mete el amor propio. Y, entonces hacemos lo que nos da la gana en beneficio propio, no como debemos de actuar. Y eso es el pecado.
Grandes misterios estos: el de nuestra libertad, el del pecado, el del infierno, el de la Pasión del Señor y el del dolor en el mundo. Aunque te parezca difícil de entender, el pecado que hoy se comete, estaba presente aquel primer Viernes Santo en el Gólgota.
Por eso, qué importante es contemplar la Pasión para valorar nuestros pecados y tener verdadero arrepentimiento. "Para el dolor y arrepentimiento de nuestros pecados, nos da grande motivo la Pasión del Salvador, pues es cierto que todo lo que padeció, por los pecados lo padeció (...). De manera que los pecados, así los tuyos como los míos, como los de todo el mundo, fueron los verdugos que le ataron, y le azotaron y le coronaron de espinas, y le pusieron en la Cruz. Por donde verás cuánta razón tienes aquí para sentir la grandeza y malicia de tus pecados, pues realmente ellos fueron la causa de tantos dolores" (Fray Luis de León, Vida de Jesucristo, 15).
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