
I. JESÚS
3. ¿Qué dice la gente?
En el Credo decimos los católicos que Jesucristo "padeció bajo el poder de Poncio Pilato". La verdad es que uno se pregunta: ¿Pero qué pinta Pilato en el Credo? Sin embargo, la respuesta es de la mayor importancia, pues estamos diciendo que Jesucristo vivió y murió en un lugar concreto y en un tiempo determinado. Precisamente en el que los romanos dominaban Palestina, bajo el mandato del gobernador Pilato, puesto por el emperador.
¿Y quién fue -quién es- Jesucristo? Importa mucho saberlo, porque, según el cristianismo, éste es el camino para ir al Cielo.
En cierta ocasión Jesús hizo una especie de encuesta entre sus discípulos: "¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre? Ellos contestaron: unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que Jeremías u otro de los profetas. Y El les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy? Tomando la palabra Simón Pedro, dijo: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo" (Mt 16,13-16).
Quizá Jesús se sonreiría escuchando lo que se decía de El. Si hiciera hoy la misma pregunta, ¿qué oiría? Quizá escuchara con un poco de pena las tonterías que se dicen. Sí, Señor, se dicen tantas cosas hoy de Ti. Que si eres el primer hippie, un rebelde ante las estructuras sociales, el que va a resolver el problema de la pobreza y del hambre en el mundo,...
Después de todo lo que nos explicó sobre la salvación, después de tantos siglos asistiendo al Magisterio de la Iglesia que nos dice Quién es, después de tantas locuciones a tantos santos...; todavía hay gente que no sabe que Dios ha estado entre los hombres.
4. ¿Quién es Jesucristo?
Todos los Viernes Santos se lee en los Oficios la Pasión según San Juan. La Pasión de un hombre con un cuerpo de más de un metro ochenta de altura, que tenía cabellos, manos, ojos; es decir, un verdadero cuerpo. Y que tenía sentimientos: era capaz de amar y de sentir pena, como atestiguan los que le conocieron. Jesús sufrió en su alma y en su cuerpo.
Sufrió el desprecio como nos sucede a nosotros cuando nos desprecian y humillan. Y sufrió en todo su cuerpo: en sus espaldas, en los pies, en la cabeza, en las manos... Tuvo dolor de cabeza, y sed, y sueño. Cuando le descolgaron de la cruz, quedó en el suelo como un saco de tierra, inerte. La cara llena de sangre reseca, los músculos de los brazos y del cuello tensos; la piel amoratada, sucia, abierta por mil rotos. La cara como la de un boxeador después de perder un combate donde el contrario se ha ensañado: hinchada, irreconocible.
Jesús, nacido en Belén y criado en Nazaret, no es una leyenda; es alguien de carne y hueso. Era -es- un hombre con su historia, sus amigos, sus recuerdos... y con enemigos que lograron el linchamiento hasta matarle.
Y ese Hombre era -es- Dios.
La Pasión del Viernes Santo la cuenta San Juan que estuvo allí viéndolo.
Pero también cuenta otras cosas.
El Evangelio de San Juan tiene una estructura distinta de la que tienen los otros tres Evangelios. No pretende narrar paso a paso la vida de Jesús. Lo que quiere explicar, continuamente, es que ese Jesús al que él conoció ¡es Dios!
Y comienza diciendo: "Al principio era el Verbo, y el Verbo estaba en Dios, y el Verbo era Dios (...). Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros" (Jn 1,1-14). Enseguida pasa a narrar varios milagros que ponen en claro Quién es: después de la multiplicación de los panes la gente le quiere hacer rey, la samaritana se da cuenta que está en presencia del Mesías, y Marta confiesa, antes de la resurrección de su hermano: "Yo sé que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo" (Jn 11,27).
Luego cuenta la Pasión tal y como él la vio y el hecho asombroso de la Resurrección. Al final de su Evangelio dice que "Muchas otras señales hizo Jesús en presencia de sus discípulos que no están escritas en este libro; y éstas fueron escritas para que creáis que Jesús es el Mesías, Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre" (Jn 20,30-31).
La Historia se divide en dos, antes y después de Cristo. Y el mundo se divide en dos, los que creen en Cristo y le siguen -los cristianos-, y los que no lo son. Los mundanos y los que han vencido al mundo. Y ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? (1 Jn 5,5). La Fe en Jesús nos lleva a la conversión, a renacer por el agua y la sangre (1 Jn 5,6): a seguir un modo nuevo de vida, a ser cristiano.
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