
IV. LUNA LLENA
12. La oración de Jesús
Jesús ha salido del Cenáculo con sus amigos más íntimos. Es de noche, y la luna llena del catorce de Nisán está en lo alto. Jesús recorre las estrechas callejuelas de Jerusalén, pasa por debajo del arco de una de las puertas de la ciudad y desciende hasta el torrente Cedrón. Al atravesar el puente, la luna reflejada en el río ha visto la cara de Jesús, cara de preocupación, de miedo.
Si la luna pudiera hablar... ¡Cuántas veces hemos mirado cara a cara a la luna llena, luna fría que no dice nada! Y es que se quedó como muda aquella noche viendo la cara del Señor.
Después de atravesar el río, Jesús sube por la vereda hacia el monte de los Olivos. ¡Tantas veces había ido allí a rezar muy de mañana, a la luz del día! Porque desde allí, al otro lado del valle, está situado, a la misma altura, el Templo, el lugar donde Dios estaba.
Pero esta noche ha ido allí a rezar porque lo necesita, como todo el que tiene alguna necesidad. Y ha ido para enseñarnos a rezar, que por eso enunciamos el quinto Misterio de Dolor como «La oración de Jesús en el huerto».
Jesús en oración habla con su Padre. "Cuando queráis rezar decid: Padre" (Lc 11,2). "Padre (...), yo sé que siempre me escuchas" (Jn 11,42), también en este momento tremendo; y en la Cruz... ¿Cuándo aprenderemos a tratar así a Dios, y no verle como a un ser lejano, como a una especie de idea o de nube de cristal fría con quien es absurdo hablar?.
Este es el gran descubrimiento. Y este es el gran escándalo para los fariseos: "Porque no sólo violaba el sábado, sino que decía que Dios era su Padre" (Jn 5,18).
Sí, "-Dios es mi Padre! -Si lo meditas, no saldrás de esta consoladora consideración"(San Josemaría Escrivá, Forja, 2). Porque Él es Eterno, Todopoderoso, lo sabe todo,... y yo puedo tratarle como un hijo, porque lo soy (1 Jn 3,1).
Y la oración es eso: hablar con Él. Por eso es natural hablarle con confianza. ¿Y hablar de qué?
Jesús nos enseña en el huerto de los Olivos.
"Padre mío, si es posible, pase de mí este cáliz; pero no se haga como yo quiero, sino como quieres tú (...). Por segunda vez fue a orar, diciendo: Padre mío, si esto no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad" (Mt 26, 39-42).
Otras veces había hablado con su Padre de otras cosas: de su Madre, de sus amigos... Pero ahora le exponía el problema que llevaba en la cabeza y le encogía el corazón: la redención de la humanidad y lo que tendría Él que padecer.
Jesús estaba angustiado. Y su Padre, como siempre, le escuchó: le envió un ángel para confortarle. Como a nosotros; siempre que hacemos bien la oración, siempre que buscamos Su voluntad -no la nuestra- nos quedamos con paz de espíritu. Dios siempre envía un ángel que consuela a quien hace bien la oración.
La luna, contemplativa, ha visto a Jesús hacer oración.
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