
13. ¿Por qué tengo que hacer oración?
Precisamente fue en esos momentos, en aquel huerto donde Jesús nos dijo porqué habíamos de orar: "Velad y orad para no caer en la tentación" (Mt 26,41). Se lo decía a Pedro y a los otros. Y Pedro se lo dirá después a sus discípulos, a todos: "Estad en vela porque el diablo está como león rugiente buscando a quien devorar" (1 Pe 5,8). El diablo no para. Sabe que tiene poco tiempo (Ap 12,12) con cada alma para conseguir llevarla consigo.
Y se durmió Pedro, y por eso luego le negó. Y se durmió en la oración la gente que hacía oración y por eso luego no acertaron a evangelizar, a responder a los mundanos en sus preguntas. Y se durmió el mundo.
Sí, el mundo está dormido, atontado por mil actividades que hoy son y mañana no. Ahí están los periódicos para atestiguarlo. ¿Quién se acuerda de las noticias de la cuarta página de tal diario de un jueves de abril de 1968? Ese día eran noticia y al siguiente no. El mundo entero, y cada uno de sus habitantes, está como atontado por lo de aquí y ahora. Está como atontado por la frivolidad.
¿Que por qué tengo que hacer oración? Para conectar con lo eterno, para vivir como persona y no como si fuera un mero animal racional; para conocer y cumplir la voluntad de Dios.
Al diablo no le interesa nada que hagamos oración, porque entonces espabilamos, descubrimos sus tretas, nos arrepentimos de nuestros pecados, comprendemos a los demás, descubrimos la grandeza de la vocación a la que hemos sido llamados; conectamos con Dios.
¿Por qué tantas guerras entre países y dentro de las familias? ¿Por qué la gente va tan desquiciada? ¿Por qué no hay vocaciones? No busquemos respuestas en las estadísticas o en la psicología, busquémosla en el fondo de nosotros mismos.
La Madre Teresa de Calcuta lo explicaba en 1985 en el Congreso Eucarístico de Nairobi: "Hasta 1973 teníamos en nuestro instituto media hora mensual de adoración al Santísimo. Pero entonces, con motivo del Capítulo General, decidimos por unanimidad fijar una hora diaria de adoración. Tenemos mucho que hacer, como es bien sabido, porque nuestro hogares para enfermos, leprosos y niños abandonados están en todas partes a plena ocupación. Sin embargo, nos mantenemos fieles a nuestra hora diaria de adoración. Pues bien: desde que introdujimos este cambio de la hora diaria de adoración, nuestro amor por Jesús es más íntimo, es más comprensivo nuestro amor recíproco, reina una mayor felicidad entre nosotras, amamos más a nuestros pobres. Y, lo que es más sorprendente, se ha doblado el número de vocaciones".
No le demos vueltas; el desasosiego interior, el malestar que provocamos a nuestro alrededor, los pecados, y cosas por el estilo no tienen otra causa que ésta: tener los sentidos despiertos y el alma dormida. Los sentidos externos ocupados con las cosas de la tierra, y los sentidos internos ocupados en nuestras cosas. Y en vez de pensar en Dios y en los demás, sólo pensamos en nosotros mismos.
Ahí comienza el drama del hombre y todos sus problemas. Porque cuando se pierde el sentido sobrenatural, la vida carece de su verdadero sentido. Necesitamos urgentemente hacer oración. Necesitamos conectar con Dios para recuperar lo más valioso de nosotros mismos.
Esto es lo que diferencia esencialmente al hombre de cualquier otra criatura: es el único ser que puede hablar con Dios. ¿Y no debería de ser esto algo normal en un cristiano?
Desde hace años veo por la calle cada mañana y cada tarde a una señora joven que saca a su perrito blanco, como un gran copo de algodón. Con una fidelidad digna del mayor elogio, lo saca puntualmente: media hora por la mañana y media hora por la tarde. Detrás del perrito, atada a la cuerda, la señora se va deteniendo en cada lugar donde al perro le apetece detenerse, volviendo a andar cuando él lo desea. No puede dejar de hacerlo cada día, porque ¡es tan importante sacar al perro! Antes tenía otro, pero se murió. Luego tendrá otro...
¿Seguro que no puedes encontrar un rato al día para hablar con Dios? ¿No sacas tiempo para otras actividades que te interesan?
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